El equipo catalán le concedió el título al Atlético de Madrid en medio de una crisis que lo hace enfrentarse a una serie de cambios.
En Madrid y Barcelona, hablarán de esto durante muchos años más.
De todas las formas de romper el monopolio del Barça en los títulos de la liga española, ir a la casa de los campeones y robarles la corona en su propio estadio es difícil de superar.
En la tierra catalana el pasado sábado, el Atlético de Madrid produjo un final a una de las temporadas más apasionantes del futbol español; o de cualquier liga europea, que se ha producido.
Pero mientras el Atleti celebraba, la búsqueda comenzaba en Barcelona.
El ganador se lo lleva todo
Por primera vez desde 1951 (y solo la tercera en la historia), el destino del título descansaba en las manos de dos equipos que se enfrentaban entre sí el último día. El Barça entretenía a un Atlético que no había ganado la liga local desde 1996; tiempo durante el cual el Barça añadió ocho títulos más de La Liga a los honores del club.
La ecuación era sencilla: ganaba el Barcelona, y el Barça sería coronado campeón por cuarta vez en cinco temporadas; ganaba el Atlético o empataba, y el Atleti se llevaría el título por primera vez en 18 años, cuando el actual entrenador, Diego Simeone, era capitán.
Al final, fue un triunfo merecidamente, correspondientemente y gloriosamente para Simeone; y uno que ahora impulsa al entrenador argentino a la estratósfera, así como la escala épica de la revolución que presidió desde que se hizo cargo de Los rojiblancos en diciembre de 2011.